Porque sí, tengo muchas cosas sobre las que escribir y muchas cosas que contar, pero nadie podría vivir sin saber acerca del tema que hoy nos ocupa (bueno, probablemente el 95% de la población sí, pero volvamos al lío). La historia comienza tal día como ayer en la vida de una persona como yo.
Cuando tienes una comunión en mayo, y pretendes no llevar medias, empiezan los problemas. ¿Qué hago? (Para aquellos que no lo entendáis o no sepáis por qué va esto, os aseguro que ese tono blanco fantasma que se queda en tu piel después de todo el invierno, NO es lo más atractivo).
Bueno, pues una servidora y seguro que más personas pensaron que el autobronceador podría (y recalco, PODRÍA) ser una solución. El final dramático llega cuando no lo es, pero eso lo dejamos para más adelante.
Que simpáticas las marcas, que con imágenes como estas te hacen creer que tu piel se quedará igual. ES MENTIRA chicos, mentiraaaaaa! Y si no ya os lo dice una que ese color, exactamente, no queda. Para nada.
Continuando con la apasionante historia de mi encuentro con el autobronceador, llega el momento de echártelo en la mano y proceder a extenderlo por el cuerpo. Y claro, aquí asalta la segunda duda: ¿cuánta cantidad de autobronceador es la correcta? Porque claro, tu das la vuelta al bote creyendo, confiando en que la respuesta a tus problemas se encuentra en la pegatina; y tampoco.
Aplicar uniformemente. ¡¿Y ya está?! Esto, amigos, no soluciona nada. Nada de nada. Ya os digo yo cual es la cantidad ideal: ninguna. Ponerte unos pantalones cortos y salir a tomar el sol. Aunque no haya sol. Pero esto es otro problema de la raza humana que se nos iría del tema. Quizá otro post más adelante.
Volviendo al tema que nos ocupa, tú procedes dudosamente a aplicar la crema, haciéndolo como una crema hidratante normal. Un poco por aquí, otro poco por allí, pinpanpinpan y acabado.
Aquí todo parece perfecto. Tú te sientes cual Gisele Bundchen, pensando que tu piel será la misma y estás un rato feliz (que oye, no está nada mal. Por lo menos sirve para algo). Pero llega el final dramático de la historia (abstenerse de leer los más sensibles), y después de las dos horas tras las cuales supuestamente el resultado debería ser visible; decides mirarte al espejo. ¿Por qué no?- te preguntas. Dos segundos más tarde conoces la respuesta.
Piel naranja por unos lados, marroncita por otro, tu tono normal (blanco mármol) por otro... Como si te hubieras bañado en Cheetos, vaya. Ahora eres una persona tricolor, y de ese moreno que te esperabas poco queda tan tan tan tan (añadir tono dramático a la lectura).
Y la segunda parte del drama llega al día siguiente. Porque tú habías empezado a ponerte manga corta, pero resulta que precisamente hoy quizá o sea el mejor día.
O puede que, como en mi caso, tu mano se haya quedado naranja. Y no puedas esconderla. Y la gente te pregunte. Y bien o a) cuentas la historia, b) te inventas una excusa barata para no tener que relatar aquel momento en el que entendiste que la estupidez es real. Y, por ende, así la gente no se entera.
Que oye, es mejor callarse y que piensen que eres idiota a hablar y demostrarlo ;)
Y bueno, por último deciros que a tomarse todo con humor y a vivir un poco más felices, que si nos lo proponemos podemos!
Nos leemos pronto,
Aplicar uniformemente. ¡¿Y ya está?! Esto, amigos, no soluciona nada. Nada de nada. Ya os digo yo cual es la cantidad ideal: ninguna. Ponerte unos pantalones cortos y salir a tomar el sol. Aunque no haya sol. Pero esto es otro problema de la raza humana que se nos iría del tema. Quizá otro post más adelante.
Volviendo al tema que nos ocupa, tú procedes dudosamente a aplicar la crema, haciéndolo como una crema hidratante normal. Un poco por aquí, otro poco por allí, pinpanpinpan y acabado.
Aquí todo parece perfecto. Tú te sientes cual Gisele Bundchen, pensando que tu piel será la misma y estás un rato feliz (que oye, no está nada mal. Por lo menos sirve para algo). Pero llega el final dramático de la historia (abstenerse de leer los más sensibles), y después de las dos horas tras las cuales supuestamente el resultado debería ser visible; decides mirarte al espejo. ¿Por qué no?- te preguntas. Dos segundos más tarde conoces la respuesta.
Piel naranja por unos lados, marroncita por otro, tu tono normal (blanco mármol) por otro... Como si te hubieras bañado en Cheetos, vaya. Ahora eres una persona tricolor, y de ese moreno que te esperabas poco queda tan tan tan tan (añadir tono dramático a la lectura).
Y la segunda parte del drama llega al día siguiente. Porque tú habías empezado a ponerte manga corta, pero resulta que precisamente hoy quizá o sea el mejor día.
O puede que, como en mi caso, tu mano se haya quedado naranja. Y no puedas esconderla. Y la gente te pregunte. Y bien o a) cuentas la historia, b) te inventas una excusa barata para no tener que relatar aquel momento en el que entendiste que la estupidez es real. Y, por ende, así la gente no se entera.
Que oye, es mejor callarse y que piensen que eres idiota a hablar y demostrarlo ;)
Y bueno, por último deciros que a tomarse todo con humor y a vivir un poco más felices, que si nos lo proponemos podemos!
Nos leemos pronto,
♥♥♥
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