Y no puede tener más razón. Hay que saber querer bien, hay que aprender a querer bien y, sobre todo, hay que querer aprenderlo. Hay que estar dispuesto...
Estas cosas no son nada fáciles por mucho que la gente piense que sí. Que construir una vida, que aprender a caminar junto a otra persona, que acostumbrarse a no estar tú solo, anda que no es complicado. Pero lo hacemos, porque cuando te enamoras de alguien decides compartirlo todo, decides acostumbrarse porque sí has llegado hasta ese punto, esa persona también dejaría un gran hueco si se marchara. O si la perdemos.
Pero hay que saber querer bien.
Querer bien es querer libremente. Es sentirte tan libre que puedas querer con toda tu alma. Y es dejar libertad a la otra persona porque sabes que está ahí, y que después de todo el día lo que más desea es escribirte. Querer bien es confiar. Es confiar tanto en ti mismo, como en la otra persona. Y, repito, saber que está ahí. Querer bien es querer, a secas. Es que aunque sean dos vidas totalmente diferentes, se conectan en un punto que es el mejor. Es sentir que la quieres a tu lado, que puedes contar con ella.
Quiero que salgamos con nuestros amigos, cada uno con los suyos. Que haya días que estemos tan entretenidos que solo nos escribamos un "buenas noches". Que haya días que no nos veamos, para saber valorar los que sí estamos juntos. Quiero que estemos muchos ratos solos, y muchos ratos con gente. Quiero que no te olvides de mí aunque no nos veamos, como hago yo. O sí, pero que luego siempre me recuerdes. Quiero que nos veamos siempre que podamos. Pero lo que más quiero es que tengas una vida tan plena que siempre tengas algo que contar. Que construyamos mil recuerdos juntos, y también algunos separados; y disfrutemos al contárnoslos. Quiero que tengas muchas historias que contar. Y escucharlas, o vivirlas contigo. Porque te quiero a ti, de todas las maneras.
Eso es querer bien, querer de verdad. Y todo lo que diste de eso... Mal asunto.